miércoles, 16 de mayo de 2012

Radio como medio de comunicación masiva

UNA RADIO PARA TODOS, UNA RADIO PARA MÍ
¿Sabía qué hace muchos años los colores tradicionales de Papa Noel, el personaje encargado de repartir los regalos a todos los niños del mundo en las fiestas navideñas, era verde y blanco? Al parecer, una campaña muy fuerte y agresiva publicitariamente de parte de Coca Cola –a la que nos tiene muy bien acostumbrados-, tuvo que ver con que ahora estos sean rojos y blancos, los cuales son los colores representativos de su marca. Realmente, me cuesta mucho imaginar a un Santa Claus verde y blanco, sobre todo cuando en todas las películas, series de televisión, revistas, etc.; es decir, todas las pantallas lo ofrecen con los colores que una colosal empresa se encargó de implantar.
Expongo este ejemplo como prueba irrefutable de la influencia (o dominación) que los medios de comunicación pueden ejercer en la sociedad, que al no contar con una estructura sólida que las caracterice, son presa fácil de las decisiones “masivas” que los medios inculcan. De manera que una sociedad masificada, tal cual es mencionada, deriva de la perdida sostenible de la personalidad e identidad, tanto individual como colectiva (relaciones interpersonales). Resulta tan contradictorio que siendo tantos, en un mundo que nos resulta tan pequeño, las relaciones reciprocas se reduzcan a superficialidades como la noticia del día, el clima u otra “ultima verdad” que la “masa” acoge y que la sentencia a vivir de impacto en impacto.
Todo esto conlleva a pensar en reacciones uniformes de la sociedad. Existe un “actuar como todos”, basado en el temor a la mirada de rechazo de los otros, a la vergüenza a no actuar como los demás, que dilapida toda opción de manifestaciones propias, únicas. Nada más descabellado para un ser que por naturaleza se debe a su libertad y a su accionar creativo sobre su entorno.
Aquí la figura de la radio adquiere una singularidad que me atrae mucho. Una peculiaridad que para muchos puede sugerir una grave desventaja frente a otros medios, pero que desarrolla puntos a tomar muy en cuenta: la ausencia de imagen.
El que la radio no reproduzca imágenes no quiere decir que su acción sobre las audiencias es más pobre. Solo significa que es distinta. Aquí, el posible oyente construye imágenes basándose en palabras y sonidos. Esto nos dice mucho, con que el oyente cree, construya; cosas tan prácticas como estas dinamizan y sobre todo, diversifican las reacciones que antes fueron tan lineales y uniformes. Es una puerta que para otros medios está aún muy cerrada, solo comparada, y en un sentido más ligero, por lo que propone los medios escritos. Aunque estos no tienen la capacidad de estar al alcance de tantas personas como lo está la radio.
Tal parece que las personas no nos hemos dado cuenta que tenemos el sublime derecho a expresar rasgos distintivos. Y tal vez no haya mejor ejemplo en este aspecto que el de las comunidades alejadas y organizadas, aquellas que no renuncian a su historia y sus costumbres, a manifestarse individualmente dentro de un fin mayor, el de la colectividad. Capaz de no solo reclamar derechos, sino de hacerse conscientes de sus deberes. Siempre que en ellas se encuentre una radio local o comunitaria, las expectativas integradoras serán de un beneficio considerablemente mayor.
Entonces la radio, a pesar de que su condición masiva, tiene una capacidad exquisita para conseguir que las personas se involucren en el desarrollo de procesos originales. Su magnitud, su mayor alcance, sus bajos costes, la vuelven capaz de potenciar las cualidades personales de ciudadanos y ciudadanas, sus dimensiones únicas y su derecho a ser distintas, tanto en el marco de la expresión individual o como la de grupo.
ENLACES:
VIDEO: La radio como medio de comunicacion masivo

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